Lucía es una niña de unos 7 años, es una amante incondicional de los animales, algo que ha heredado de sus padres pues ambos son veterinarios y desde muy pequeña ha visto ese amor por cualquier especie animal, perros, hámster… Pero hay uno por el que siente verdadera pasión, los gatos.
Da igual que sea del color que sea y como buen amante de los gatos, no sólo no es supersticiosa, sino que sus gatos preferidos son los negros con grandes ojos verdes.
Lucía, a pesar de tener una familia que ama a los animales, no tiene ningún animalito en casa. Ella insiste e insiste en la posibilidad de tener uno pero la respuesta es siempre la misma.
-Lucía, cariño. Todo nuestro tiempo se nos va entre cuidaros a vosotros y curar a los animalitos enfermos que nos traen otras familias. Estaría solito todos los días y necesita al igual que vosotros muchos cuidados y atención.
- Pero mamá- suplica la niña – yo lo cuidaría, no tengo clases después del colegio y podría jugar con él.
- Es una responsabilidad muy grande – le añade su padre- le tendrías que alimentar, cuidar y asear. Aunque es un animal, necesita casi los mismos cuidados que tu. ¿Eres lo suficientemente responsable para hacerlo?
-Sabes que si, papá. Tengo 7 años, ya soy mayor para tener un gatito en casa. ¿Puedo tener uno? Por favor…
- Lo pensaremos, Luci, pero no te prometemos nada. ¿De acuerdo?
Lucía se va contentísima de la clínica Veterinaria de sus padres hacia su casa. Sabe que, de momento, no podrá tener ningún gatito en casa pero a diferencia de otras veces, le han prometido pensárselo. Y eso para ella es un gran paso.
Se acerca su cumpleaños y pensando en lo que le han dicho sus padres, ya no ve tan imposible el acabar teniendo un gatito. Además, tanto ella como su hermano podrían jugar con él y Lucía le enseñaría a cuidarle y respetar sus espacios.
Pasan los días y en la Clínica de sus padres, un chico les lleva tres gatitos en una pequeña caja que hace de cama.
Su gata ha tenido crías y aunque se ha quedado con un par de cachorritos, no puede hacerse cargo de los cinco gatitos que ha parido. El chico les explica la situación y que no quiere abandonarlos a su suerte, que prefiere llevárselos a la clínica y que allí los regalen a familias responsables.
Tanto María como David, los padres de Lucía, se hacen cargo de los cachorros y al marcharse el chico, ambos se miran y parecen tener el mismo pensamiento.
Miran la caja y ven que uno de los gatitos es exactamente como le gustan a su pequeña.
-Será una estupenda sorpresa para Lucía- dice David con el gatito en brazos.
-Sólo espero que se haga responsable de él y que no nos toque a nosotros andar detrás para que le cuide.- le comenta María.
En los días que faltan para su cumpleaños, sus padres reparten a los gatitos y a escondidas de Lucía cuidan y alimentan al pequeño gato que han acogido.
Lucía, que ha comenzado con los deberes correspondientes a su curso, en esos días va directamente a su casa, sin pasar por la Clínica. Cosa que facilita el que sus padres puedan cuidar tranquilamente del pequeño cachorro.
Llega el día de su cumpleaños, los padres de Lucía han organizado una pequeña fiesta para celebrarlo y han invitado a todos sus tíos, amigos y vecinos con los que juega la niña.
Juegan en el parque, meriendan y hasta rompen una piñata llena de caramelos y juguetes para todos los niños invitados. Después de todo, 8 años no se cumplen todos los días.
Comienzan a entregarle los regalos y la pequeña los recibe con una sonrisa y una lluvia de besos. No hay un juego, muñeco o prendas que le gusten que no haya recibido como regalo y está encantada con todos ellos. Entusiasmada, termina de recoger los papeles de los paquetes que ha destapado mientras da las gracias a todos los que han compartido la tarde con ella, tal y como le han enseñado sus padres.
De repente, sus padres y su hermano se acercan a ella.
-Lucía, te falta nuestro regalo- le dice su hermano de cuatro años, con su lengua de trapo.
-¡Es verdad! Con tantos regalos, se me había olvidado.- exclama emocionada- Creí que estaban junto a los de mis amigos y los primos.
Su padre, coge una pequeña caja y se la deja en el suelo a la vez que Lucía, curiosa ante tanto misterio, se agacha hasta estar al nivel de tan extraño envoltorio.
Con una sonrisa y una mirada cómplice entre sus padres, le desean feliz cumpleaños, al mismo tiempo que la caja empieza a moverse y desde su interior se oye un pequeño ruido, como un llanto.
-Abre tu regalo, cariño. Pero ten cuidado, es muy frágil y se puede dañar.
Entre asustada y emocionada, apenas abre Lucía la tapa de la caja cuando un pequeño gato negro, con unos grandes y curiosos ojos verdes, asoma su cabecita lamiendo la mano de la niña.
La niña no se lo piensa dos veces y con lágrimas en los ojos y con el corazón latiéndole con fuerza por la emoción, coge al pequeño cachorro en brazos, corre hacia sus padres y se funden en un gran abrazo.
-Cuidado, que lo chafarás- le dice riendo su padre- ¿has pensado ya que nombre ponerle?
- Missi- le dice la niña mirando a su gatito- mi gatito se llamará Missi y a partir de ahora seremos inseparables.
Sus padres le habían hecho su mejor regalo, no sólo habían cumplido su palabra pensando el hecho de tener un animalito en casa, además le habían regalado justo el que ella quería. Ahora le tocaba responder a Lucía y, tal y como prometió el día de su cumpleaños, tanto ella como Missi se hicieron amigos inseparables y fue la pequeña quien desde el primer día se hizo cargo de todos sus cuidados, demostrando a sus papás que es una niña responsable y que una vez que entra un animalito en casa, se convierte en uno más de la familia.
Rosi Requena
2 comentarios:
Hola soy Lidia y me han gustado mucho los cuentos,son muy chulos.
HOLA SOY LUCÍA Y LOS CUENTOS ME HAN ENCANTADO
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